jueves, 3 de noviembre de 2011

Manolo El Sereno, Un día para recordar

Un día con D. Manuel Ruiz, El Sereno



- Estaré en casa, no saldré espero  vuestra visita…- es la contestación a la llamada realizada el jueves por la tarde.
Desde Málaga por carretera y además de estreno por la nueva Autopista inaugurada el día veintiocho. Nos quitamos toda la subida del puerto por la antigua nacional, sólo que el estreno tenía peaje, once horas antes no hubiese pagado por ver las curvas tan abiertas y los pocos túneles tan bien iluminados. Los más, respetábamos la novedad de los discos en los laterales, otros cual pista de carrera sacaban su máximo rendimiento con sus potentes automóviles. Todos paraban, grandes y chicos en caja, incluso el que me adelantó con una exhalación, allí estábamos todos, uno detrás del otro esperando el turno. Durante el recorrido, grandes montañas y tajos a un lado y al otro, unidos por puentes de pilares altísimos sin principio a nuestra mirada;  almendros mezclados con chaparras separados y distantes. Reí maliciosamente pensando en el dueño de una casa en la cima, si a la vuelta de comprar el pan se le olvida subir el café acabado el día anterior.
Más adelante una vez pasadas las  Pedrizas olivos a un lado y a otro y al fondo en el horizonte varios molinos que no paran. Cambia el paisaje constantemente, alfalfa, tierras de regadío, de secano, y una planta en muchas de ellas que no he sido capaz de distinguir; chopos chivando el curso de un rio que se esconde entre la espesura. Nos vamos acercando hacia Granda; Sierra Morena empieza a vestirse de blanco, entre la niebla parece se sujeta entre algodones. La dejamos a la izquierda. Chopos y más chopos nos despiden para entrar en Pinos Puentes, restos militares en dónde se formaron muchos hombres dejamos atrás empezando a subir el pequeño puerto.
Un olor característico nos invade, son las fabricas de aceite que a un lado y al otro igual que los olivos nos acompañan, se distinguen los rastrojos, con líneas negras tatuadas, otras la tierra levantada  y arada, la sementera ha empezado.
Un castillo en la lejanía nos recibe y nos invita a contemplarlo. Le decimos hasta luego por una calle empinada muy empinada. Una indicación  nos lleva a Frailes,  ella nos dirige por pequeños pueblos entre valles.
A lo lejos se ve, desde un otero;  bajamos la cuesta detrás de un tractor que nos hace contemplar detalles con la espera, olivos con ramas cargadas de aceitunas, huertas con lo último de la temporada, hojas de varas de parras ya secas en alambres las sostienen. Ya estamos entrando por la calle junto al río, a mi izquierda rocas naturales me recuerdan mi paso otra veces, sigo asombrado cada vez más, el tiempo no hace mella en ellas .  Giramos a la izquierda, la calle es muy empinada. Tengo que ceder a uno que baja, y otro que sube, pero ya no me importa ya estoy cerca, ya he llegado; Todo es cuestión de unos minutos. Unas cuantas curvas en primera subimos, la carga lo exige; pendientes rajadas para agarre en el suelo, deberíamos haber entrado  por la otra parte,- pensé-, ya es tarde. La puerta de una farmacia dejamos a la izquierda. Esta cerrada. Seguimos y al final de la calle un hombre con pelo blanco está comprando en la calle pan ambulante. Manolo con el pan en la mano nos saluda  a todos. Una panadera hace el trueque, también lleva roscas, diversa pastelería. Alguien dice de comprar alguna cosa, es ya tarde y no le queda mucho,  un brazo gitano que vemos al fondo le pedimos, recordando su sabor y que no nos puede vender, está encargado.
No ha cambiado, sigue igual que tres años antes, la última visita. Me ha dado mucha alegría verle y de las prisas por llegar,  el con su voz nos para y nos habla cómo el sólo sabe hacer, despacio, tranquilo, Sereno,…Hay que escucharlo, su voz pausada  parece el mismo, sigue igual de joven, refleja sabiduría, paz…
Del brazo de gitano ni preocuparnos, el sabe que nos gusta y ya tiene uno para nosotros a buen recaudo.
Un reloj quieto marca la hora en lo alto del campanario. Bajamos  su pequeña cuesta, la puerta se abre por él, esta ágil, él dirige, nosotros le seguimos. Paca, Lucas, Elio, … nos reciben alborozados, corretean  de un lado para otro. No se asustan ni los gatos… se ve que aquí hay buena armonía y es común las visitas.
Lo primero cómo siempre ver que su salud ya la quisiera yo, ochenta y siete, y esta cómo un chaval. Nos damos un recorrido por sus plantas, su huerto sus tesoros. Un gallinero con gallinas asustonas, no se fían,  levantan la cabeza y corren a esconderse distanciándose de la malla protectora. La otra vez había una oveja que al contrario se acercaba. Un recorrido visual me indica que poco ha cambiado el lugar, el paseo, el mirador impresionante, los bancos de piedra, la pequeña casa dónde la pluma de un escritor plasmo alguna línea en un papel, seguro que algún libro ha salido también. Los árboles están más viejos, alguno sólo troncos añejos mutilados, pero hay frutos casi rojos en el caqui, en el nogal los huesos de las nueces asoman, las hojas del laurel sabor canela, y el orégano que esta vez espero me prenda y no sé seque. Alguno nuevo, pistachos de ambos sexos, los pone separados, haber si deciden enamorarse y probar su fruto, -me dice...- Alrededor de cada arbolito prepara su huerto, aprovecha la humedad y la comparten en círculo, tomates, berenjenas, guindillas y pimientos… y cebollas dice alguien,… no son puerros. Es el sistema de matar dos pájaros de un tiro.
Recuerdos agrícolas por todos los lados, arados, aperos, y hasta dediles de la siega, un trillo dentado, unas palas, cribas y una horca, … esto me trae muchos recuerdos de mi infancia. Las paredes llenas de recuerdos, fotos, menciones, trofeos de bondad, meritorios mensajes enmarcados, la escalera es un escaparte.  Dedicatorias  recuerdos y regalos por la estancia nos revelan a grandes personas que han dejado su huella, su agradecimiento es exhibir todo ello,… Hay cierta nostalgia cuando nos muestra el reloj hecho a mano de su hermana, las fotos en blanco y negro, más aún, pero no se apena y sigue mostrando su entereza a pesar de estar sólo,… Sólo no, ha sembrado muchas semilla y tiene cientos de amigos, de personas que le quieren, que piensan en él, que no les deja indiferentes, que no le abandonan,…
Cómo no es de esperar ni de parar, avisa para comer, pero antes bajamos a tomar una tapita. Tiene el privilegio de tener escaleras que  serpenteando entre rocas  le llevan a una cueva, ochenta y seis escalones,  lo separan; junto al rio, debajo de su casa, en las mismas entrañas de la piedra. Allí tomamos algo para refrescarnos y picotear, todos le saludan. Ahora los ochenta y seis hacía arriba me pesan más que antes,… voy el último, y veo a Manolo subiendo y perdiéndolo en cada tramo, Me ha sacado ventaja, me rindo,…  mejor que contemple la roca en sus detalles poco a poco, será mi excusa cuando llegue.
Con voz pausada, sabiendo lo que dice no para de contar historias, entre plato y plato van cayendo una tras otra, Anécdotas de su vivir, algunas de película, otras más profundas y personales, opiniones que salen, pensamientos adelantados que otros ya procesan. Ha tenido varios oficios. Su vida sus vivencias dan para hacer varios libros,…
Ya hemos comido, nos hemos pasado pues los  platos venían con abundancia. Unas  manzanillas digestivas  y unos cafés nos harán  más llevadero el abuso.
Ahora toca de ver su fábrica de aceite. Le pedimos que nos diga su funcionamiento, otra vez,… Un disco duro y mi torpeza perdieron la información acumulada anteriormente… Es impresionante la Fabriquilla que tiene. A mí  que me gustan los retos, este me tiene enamorado de su funcionamiento, una vez que le dejamos empieza su descripción, todo queda en directo. Aquí no hay ensayo, no hay director,  todo es natural, de una tirada nos lo muestra, ¡Lo habrá hecho tantas veces! A pesar de no haber aceitunas me lo imagino, Su mano acciona el mando, el motor echa a andar, su funcionamiento  cuando le da al interruptor me recuerda la otra vez. El molino lo para una vez que las ha triturado,  han caído rotas en mil pedazos todas a un recipiente. Otro motor de un reciclaje  entra  y por medio de unas poleas,  una rueda dentada con un husillo sin fin las  mueve. Unas palas agitadoras, giran sin parar durante una hora. Luego con un cazo las hecha en capazos fabricados por él. Uno con borde aguanta la molienda, el otro sin costuras las tapa. Los va encamando uno encima de otro dentro del cilindro de la presa, con cientos de minúsculos agujeros  por donde sale al presionar el oro líquido que él consigue. Hace una decantación manual, por medio de coladores, botes, recipientes, jeringas,… y mucha,  mucha paciencia. Todo el funcionamiento nos lo explica sin perder detalle sin dejarse nada. Nosotros expectantes. Solo se corta cuando a mi hijo se le acaba la batería, y me toca improvisar con otra cámara. Si no, hubiese salido de un tirón.
Alguna instantánea para recuerdo plasmamos en el pequeño rinconcito, es más,… repetición y apropiación del puesto suyo por parte mía, haciendo yo del prensador,…
Una visita a sus hermanas, unas flores; Todo es paz desde la otra orilla. Separados en la vida, seguro que las ve a diario desde casa
Va cayendo la tarde, y sigo a un todo terreno,  el que conduce es un hombre muy Sereno, ¡pero qué dominio!, a su edad me ha dado una lección… le he perdido de vista y cuando le he querido pillar ya estaba arriba del todo, en su olivas, sus almendros, sus membrillos…Ha cogido la carretera con destreza, ¡parece que conoce el camino…! Me ha costado seguir su ritmo. La cuesta es muy empinada, y yo no soy muy diestro. Él y su todoterreno, yo y mi turismo… la verdad que en cuestas no es lo mismo.
Con una sacudida, agarrado a una rama, mil almendras caen, él ha   seleccionado  del árbol mimado que rebosa de frutos ya maduros. Nos da las mejores. Mientras nosotros recogemos,  arriba, en el suelo ya está apañando y amontonando  membrillos verdes, grandes y amarillos. Hace un recorrido al otro extremo buscando nueces en el nogal  sólo trae dos, en otra mano las entrega. -Hay poca cosecha, nos dice.
Nos vamos llenos de lo que él trasmite, no sólo de cosas materiales, el brazo Gitano, una botellita de su preciada aceite, laurel, orégano,… hasta unos lirios cogidos a escondidas en sus roca,   hoy soy un poco mejor, pues la experiencia me dice que se puede llegar de muchas formas en la vida, una de ellas es esta, la de D. Manuel Ruiz, Manolo El Sereno.
 Las  despedidas son tristes, pero volveremos.

Ángel 02-11-11

La Fábrica de aceite más pequeña del mundo



Hola a tod@s.
Tiene ochenta y siete años, es D. Manuel Ruíz, conocido por todos con el sobrenombre de “Manolo el Sereno”.
Hoy  hemos tenido el privilegio de poder estar con él, y llevarnos parte de su tesoro. Con su permiso mostramos su funcionamiento explicado por él. Es un video casero, sin grandes medios, pero aquí el que importa es D. Manuel y su fábrica.
Espero les guste.


Saludos, Ángel